Cuando hablamos de prostitución podemos hacerlo de dos formas; como lo que algunos sectores pretenda que sea: un trabajo como otro cualquiera, o como lo que es: una violación de los derechos humanos. Resulta evidente para muchas personas la violencia que contra mujeres y niñas supone la prostitución, las relaciones de jerarquía hombre-mujer y de dominación sobre la que está constituida y, que instituyen para los hombres un “derecho” de libre acceso a los cuerpos de las mujeres por una cantidad variable de dinero. Sin embargo, hay quien defiende que la prostitución es “trabajo sexual”, que lo que se vende son servicios y no personas, siendo este argumento el súmmum de la deshumanización. Son ideas que forman parte de la cultura de prostitución y que pretende normalizarla, legitimarla social y normativamente. Detrás de estos discursos está el lobby proxeneta, que sabedor de que no puede presentarte ante la sociedad como explotadores y tratantes de seres humanos, han conformado toda una