Ser mujer es ser persona del sexo femenino, haber nacido hembra. Sobre el sexo se edifica el género, que a su vez construye la jerarquía sexual. Ser mujer supone, entre otras cosas y en función de cuán explícito sea el patriarcado en que te has desarrollado, que te casen a la fuerza, que te mutilen genitalmente, que sirvas sexualmente en prostitución o que te violen. Todas estas realidades son consecuencias del género, materializan el papel y lugar que el patriarcado nos ha a signado a las mujeres. Por eso, afirmar que el género es identidad implica negar lo teorizado por el feminismo, pone esta categoría de análisis feminista al servicio de lo que pretendemos erradicar y legitima la opresión sexual, al referirnos a uno de sus principales instrumentos y medios de dominación como vivencia personal o parte de la personalidad. Este es el perfecto ejemplo de como conceptualizar erróneamente trae consigo adversas consecuencias políticas. Destruir la base misma de la teoría feminista o negar