"Siddhartha sintió que entre esos árboles abandonaba asimismo su vida pasada, ahora desprendida de él. Esta sensación, que lo llenaba por entero, ocupaba su espíritu mientras se iba alejando a paso lento. Reflexionó hondamente, sumergiéndose en dicha sensación como en aguas muy profundas, hasta tocar fondo, hasta el lugar en que reposan las causas últimas; pues desentrañar las causas últimas era, según él, la verdadera forma de pensar. Solo así las sensaciones se convierten en conocimientos y, en vez de diluirse, adquieren contenido y empiezan a irradiar lo que hay en ellas. [...] Tanto las ideas como los sentidos eran cosas buenas tras las cuales yacía oculto el significado último. Había que escucharlas y jugar con ambas, sin menospreciarlas ni darles demasiada importancia, y a través de ella sorprender luego las voces secretas del propio mundo interior. No deseaba Siddhartha aspirar sino a lo que estas voces le ordenasen aspirar, ni detenerse sino donde ellas se lo sugirieran.