No, el feminismo no es lo que
cualquier persona crea que es. El feminismo, como toda teoría política, tiene
un núcleo central de ideas, un ideario mínimo inquebrantable que si no se
respeta no es feminismo. Sin embargo, en los años del postmodernismo neoliberal
(fíjense que intersección más nefasta) es habitual escuchar que el feminismo es
cualquier cosa así llamada por cualquiera, obviando, por supuesto, los tres
siglos de historia y genealogía feministas. Quizá tenga algo que ver aquella célebre
frase de Margaret Thatcher y que
se ha asentado como dogma en el imaginario colectivo: “No existe la sociedad,
sino mujeres y hombres individuales”. Por supuesto, esta idea se ha introducido
en el feminismo porque la élite neoliberal es consciente de nuestra capacidad
transformadora. Hoy, todo es feminismo, cualquier cosa que haga una mujer es
feminista, Inditex es feminista haciendo camisetas con nuestros lemas, Ana
Botín, con buena parte de la riqueza de todo un país, es feminista porque ella
lo dice… Desde luego, es una estrategia inteligente y muy efectiva, la de
invalidar una teoría vaciándola de contenido. Y me explico con más ejemplos.
El partido político Ciudadanos ha
presentado una propuesta de ley en el Parlamento para regular los vientres de
alquiler, una práctica prohibida en España. Los únicos beneficiarios de esta
legalización serían las “empresas” intermediarias que explotan reproductivamente
a mujeres, que no ven otra alternativa de subsistencia que embarazarse para
otros y vender a su bebé. Pues bien, a estas “empresas” no se les ocurrió otra
cosa que hacer una campaña a favor de su negocio, empapelando Madrid con carteles
con la proclama utilizada para conseguir el derecho al aborto, esto es,
“nosotras parimos, nosotras decidimos”. Señores de traje y corbata, pero
“nosotras parimos, nosotras decidimos”. El derecho al aborto nos concedió
autonomía y libre decisión sobre nuestros cuerpos. Los vientres de alquiler
ceden esta autonomía, en su inmensa mayoría de mujeres empobrecidas, a quienes
la compran. Esto es, pues, apropiación mezquina del discurso feminista y un
nuevo disfraz del patriarcado, que sabedor de que no atendemos a órdenes
directas y que identificamos al instante las viejas tácticas, opta por una
nueva: ocultar la opresión sexual bajo mitos elaborados a tal efecto, como por
ejemplo el de la “libre elección”. De hecho, he aquí, la idea nuclear del
neoliberalismo: somos individuos y tenemos libre elección. Ni atisbo de análisis
de los condicionamientos de nuestras decisiones. Bajo este falso pretexto se
valida cualquier cosa que nos dañe porque, supuestamente, la escogemos.
Pretenden cambiar la naturaleza de las cosas y las condiciones materiales de la
existencia, mediante la repetición de mantras falsos que se pueden resumir en
llamarle a la explotación, trabajo libremente elegido.
No se puede defender a la vez y desde
un mismo lugar, la autonomía sobre nuestros cuerpos y, que nuestros cuerpos y
vidas se pongan al servicio sexual o reproductivo de quienes puedan pagarlo. ¿O
acaso luchamos por la libertad para esclavizarnos? Que el feminismo quepa una
idea y su contraria responde al intento de despolitización del movimiento y de
invalidación de la teoría. Y en este sentido, la ofensiva más grave que
actualmente estamos viviendo es la infiltración del lobby proxeneta en el
movimiento feminista. Representantes del “sindicato” OTRAS, el que pretende ser
el “sindicato de trabajadoras sexuales” en nuestro país, acuden a nuestras asambleas
para que en los manifiestos del 8M aparezca el “trabajo sexual”. Primero,
intentaron sindicarse y la Justicia, obviamente, no les dio la razón pues para
constituir un sindicato, es necesario que exista una patronal frente a la que
defender los intereses de las trabajadoras y, en este caso, la patronal la conformarían los proxenetas.
Permitir la constitución de este sindicato implicaría el reconocimiento del
proxenetismo y por ende, de la explotación sexual como trabajo, como opción válida al ser legitimada
por el propio ordenamiento jurídico. En donde este tipo de “sindicatos” han
prosperado, se ha regulado la prostitución. Son, pues, los pasos previos a la
legalización y una de las líneas estratégicas del lobby proxeneta. No se rinden
y ante el fracaso de esta tentativa, tratan de infiltrarse en nuestro
movimiento. El único interés que tienen en el feminismo es instrumental, pues
si lograsen que en los distintos manifiestos se reconozca la prostitución como
trabajo, sería un estupendo aval y una forma de presionar al Gobierno de turno
para legalizar esta violencia. “El movimiento feminista nos apoya” dirían. Pues
no, no es así. No están perdiendo sus vidas millones de mujeres y niñas en la
prostitución, para que desde el feminismo validemos estos posicionamientos que lo
amparan y promueven. Ocupan nuestros espacios y revientan nuestras asambleas.
Pretenden hacer creer que estamos viviendo una escisión o una ruptura en el
movimiento feminista, cuando, en realidad, se trata de una infiltración del
lobby proxeneta en nuestras filas, un embiste al que, con todas nuestras
fuerzas, tenemos que resistir. Es una lucha por no dejar integrase en el
movimiento a quienes lo dinamitaría por sus propios intereses. El feminismo es
abolicionista desde su nacimiento. “El abolicionismo está en el corazón del
feminismo”[i].
Somos y seremos leales a nuestra genealogía y por eso más que nunca, tenemos
que trabajar por preservarla y caminar en el mismo sentido. La prostitución
seguirá siendo combatida por las feministas y tratada como lo que es, una
violación de los derechos humanos. Como afirma Taina Bien-Aimé, si estás de acuerdo en que las mujeres y niñas
más marginales y vulnerables del planeta tengan que subordinarse al deseo
masculino, ser cosificadas y puestas a disposición del comercio sexual,
entonces estás creando un apartheid de género.
Otra forma de invalidar al
movimiento es pedir, siendo más o menos conscientes, la adaptación al sistema.
Y esto es justamente, lo que creo que pasa con la tibieza de reivindicar la
reapropiación del insulto. Que cada una individualmente haga lo que convenga,
faltaría más, pero me vais a permitir que dude de la eficiencia de denominarnos
“putas feministas” como forma de lucha colectiva. En la Marcha de la Putas de
Boston, Jaclyn Friedman pronunció ante no pocas mujeres las siguientes
palabras: “Si alguna vez os han llamado putas, levantaos y decid conmigo: ¡Soy
una puta! ¡Soy una puta!”. ¿De verdad alguien cree que esto molesta mínimamente
a la élite neoliberal y patriarcal? ¿Es esta la forma de luchar contra la
violencia hacia las mujeres? ¿De qué manera ayuda esto a las mujeres
prostituidas? El feminismo no reivindica el “trabajo sexual”, sino que pugna por
abolir la prostitución porque condena a las mujeres y niñas a un dolor físico y
emocional perpetuos. El feminismo no se reapropia de lo que nos hace daño, sino
que trata de demoler las instituciones patriarcales y sus instrumentos de
sometimiento.
Especialmente revelador es lo que
lleva pasando años en una parte de la academia y que, en muchos países, ya ha
desplegado trascendencia práctica. Me refiero a aceptar como feministas, ideas
que nos invitan a negar o arriesgar el sujeto político del feminismo, esto es,
el sujeto político “mujer”. Desde luego, poner en duda el propio sujeto de la
teoría feminista es una propuesta acertadísima si lo que tratan de hacer es desmantelarla.
Me gustaría ver a los teóricos/as queer, que son quienes haces estas propuestas,
exigiendo de la misma manera tan resuelta, que arriesgue su sujeto político al
movimiento obrero o al movimiento antirracista. Como explica Ana de Miguel en
su libro “Neoliberalismo sexual”, afirmaciones como que "las mujeres no
pueden ser sujeto del feminismo" contribuyen sospechosamente a relativizar la posición estructural de no poder
de las mujeres en el mundo. A relativizar la fuerza teórica y estratégica de
las demandas de un colectivo que, desdichadamente, comparte una historia de
opresión con significativos puntos comunes. Otro de los postulados clave de la
teoría queer es su conceptualización del género. El feminismo, desde Simone de Beauvoir, que explicó la
significación del género, si bien el término fue elaborado posteriormente,
entiende el género como el conjunto de roles y características que se imponen
en función del sexo, la construcción social y cultural que se hace de cada
sexo. “La adquisición de los caracteres secundarios
correspondientes al género es un proceso de inculturación que se lleva a cabo a
través de la educación”[ii]. Así, al hombre se
le impone virilidad y a la mujer, feminidad. Debemos
tratar de erradicar esta socialización diferencial que conforma una restricción
al libre desarrollo de la personalidad y que reduce nuestras posibilidades de
acción y actuación en el mundo, exactamente,
a la mitad, a lo convenido cultural y socialmente para cada sexo. El género es,
entonces, una de las principales herramientas de sometimiento patriarcales. Sin
embargo, la solución ofrecida por la teoría queer no es acabar con ello, sino
convertirlo en una identidad, en algo con que tú, individualmente, te
identificas. Se crean listas interminables de géneros y así hablan, por
ejemplo, de personas de género fluido, personas agénero o pangénero. Argumentan
que no se identifican con los roles tradicionales asignados al hombre y mujer.
Y es que a las feministas nos pasa, exactamente, lo mismo. Precisamente, por no
someternos a los roles que imponen la feminidad somos feministas, porque no
aceptamos ningún destino impuesto por ser mujer. Que cada quien se identifique
con la categoría que le apetezca, pero el feminismo busca una solución política
y colectiva. La multiplicación del género es una respuesta individual a un
problema social profundamente arraigado. Al igual que la mujer no feminista se
identifica con la feminidad, las personas queer con las diversas categorías que
han desarrollado. ¿La identidad personal acabará con la violencia machista? ¿Es
que acaso si nos denominamos pangénero o agénero ante quien nos violenta, va a
dejar de hacerlo?
La
solución feminista es romper los roles y mandatos, no perpetuarlos a través de
su multiplicación. Asimismo, no debemos permitir que nuestros términos, “el
feminismo”, “la igualdad política”, “la equidad” sean sustituidos por “diversidad”
o “identidad”, pues implica una cesión a teorías individuales que no dan
respuesta a los problemas de las mujeres. Se podría decir que tras estos
conceptos anida una acción reactiva al feminismo. Así como el
neoliberalismo niega la desigualdad estructural y los sistemas opresivos, la
teoría queer niega el significado y la transcendencia del género. Por esto,
muchas feministas advertimos que la teoría queer no obedece a los intereses
feministas.
En sociedades formalmente igualitarias, no se
pueden utilizar los mismos métodos de reproducción de la ideología patriarcal. Si
algo no te gusta y vives en un patriarcado de coerción, te obligan. Si vives en
un patriarcado de consentimiento, te convencen[iii].
Así, luchar por la abolición de la prostitución, denunciar los brutales abusos
existentes en la pornografía o exigir relaciones sexuales sin violencia se
convierte en mojigato, de mujeres reprimidas. Pretenden con esta y otras
tácticas, que admitamos los posicionamientos contrarios. Nos instan, por
ejemplo, a aceptar prácticas sexuales extremas aprendidas en la pornografía,
bajo el pretexto de la liberación sexual que no es tal y de una falsa
transgresión posmoderna, que como no señalemos y paremos, acabará por infectar
cada una de las clásicas y, aún, actuales y necesarias vindicaciones
feministas.
El neoliberalismo con su
ideología que lo ha impregnado todo, “fragmenta la conciencia del obrero e
impide que se unan para dar forma a sus propia existencia material”[iv],
dificulta que se unan como clase para la defensa de sus intereses colectivos.
Lo mismo ocurre con las mujeres, con este feminismo despolitizado, posmoderno,
queer y liberal. Se queda en la superficialidad, no hace un análisis de la
opresión sexual y da respuestas ineficientes. No solo eso, sino que vende por
empoderantes y como una manifestación de la libertad, violencias que cercenan
vidas. Este feminismo es una parte de un todo, y este todo es el
neoliberalismo.
Cada ola feminista, cada conquista
tuvo su consecuente reacción patriarcal. Teóricas como Alicia Miyares ya han
advertido que estemos alerta, pues hasta no hace mucho, las acciones reactivas eran de muy fácil
identificación, pues siempre provenían de sectores conservadores y de la
Iglesia. El problema es que ahora también proceden de sectores que se dicen de
izquierdas y feministas. Son muchos los frentes abiertos y son, cada vez, más
sofisticados los disfraces patriarcales, pero nosotras somos la Cuarta Ola,
mujeres concienciadas y preparadas para reconocer al sistema y sus
herramientas, ponga el traje que se ponga. Somos la Cuarta Ola y vamos a
desarmar cada una de las instituciones patriarcales.
[i] Frase de
Rosa Cobo, teórica feminista.
[ii] Definición
de Teresa López Pardina, biógrafa de Simone de Beaviour.
[iii]
Distinción elaborada por la filósofa ecofeminista Alicia Puleo. Patriarcados de coerción: “los que
estipulan por medio de leyes o normas consuetudinarias sancionadoras con la
violencia aquello que está permitido y prohibido a las mujeres”, (ejemplo:
Arabia Saudita). Patriarcados de
consentimiento, donde existe igualdad formal ante la ley: “los
occidentales contemporáneos que incitan los roles sexuales a través de imágenes
atractivas y poderosos mitos vehiculizados en gran parte por los medios de
comunicación”.
[iv]
Afirmación de los teóricos marxistas Bowles y Gintis.
Artículo de mi autoría, publicado originalmente en tribunafeminista.elplural.com
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